PREMIO NÓBEL PARA JUAN
Por Alfredo Leuco.
Yo me sumo. ¿Y usted, señor oyente? Yo firmo donde haya que firmar para
que nuestro Juan Carr sea candidato al Premio Nóbel de la Paz. Sería un
mensaje muy bueno de convivencia y ayuda mutua para todos los
argentinos en estos tiempos de cólera. Yo me sumo. Me subo a esta
humilde utopía. Me adhiero en el Facebook: ”Nominamos a Juan Carr al
premio Nobel de la Paz 2012”. ¿Y a usted señora oyente, que le parece?
Yo apoyo esta luminosa idea porque Juan es uno de los hombres más
solidarios de la tierra. Parece que no tuviera odio. Que estuviera hecho
de la madera más noble: la solidaridad. Su liderazgo multiplicó el
voluntariado. Lo puso en un primer plano. Utilizó los medios de
comunicación de la mejor manera: para sembrar y para unir. Dice que su
gran descubrimiento es que los medios de comunicación salvan vidas. Que
la información sana, abriga, educa, alimenta. Juan es de los que, igual
que la Madre Teresa, creen que hay que dar hasta que duela. De los
imprescindibles que luchan toda la vida, como pedía Bertold Brecht. Juan
es el que no se cansa nunca. El que jamás baja los brazos. El que
siempre va a al frente. Juan es un hombre tan común como su nombre. Pero
tuvo un momento fuera de lo común. Hace 26 años que Juan produjo el
milagro. Los médicos le diagnosticaron un cáncer terminal. “Te quedan
solamente tres meses de vida” le dijeron casi a modo de epitafio. Juan
no desesperó. No es un hombre fácil de vencer. Tal vez lo ayudó la fe
que atesoró con los curas de San Miguel cuando era boy scout y decía:
“siempre listo”. Tal vez su monumental fuerza de voluntad y su optimismo
a prueba de balas. Pero lo cierto es que ese maldito cáncer empezó a
recular ante tantas ganas de vivir y un día se fue del cuerpo de Juan
para no volver nunca más. Todo era felicidad en la casa de Juan. Sus
pacientes, las mascotas generaron un festival de ladridos y maullidos
para celebrar la buena nueva de Juan, el veterinario. Su esposa María y
sus hijos agradecían a Dios y María santísima. Juan se salvó de la
muerte y cambió su vida. La dedicó a hacer el bien sin mirar a quien.
Los científicos nunca se pudieron explicar que pasó dentro del cuerpo de
Juan Carr que, para devolver tanta energía, fundó la Red Solidaria. Es
una de las organizaciones de voluntarios más original, eficiente y
sensible. No se casa con nadie y eso lo mantiene siempre independiente.
No se casa con ningún partido, con ningún medio ni con ninguna marca.
Solo se casa con sus semejantes. La Red es absolutamente transparente
porque nadie toca dinero. Se trata básicamente de acercar a dos personas
que necesitan. Una que necesita dar y otra que necesita recibir. Es la
génesis de la solidaridad: ayudar a los demás para ayudarse a sí mismo.
Creo profundamente en eso. Hacer el bien hace bien. El que ayuda se
siente tan o más contento que el ayudado. Justifica su paso por el
mundo. Siembra afecto y cosecha felicidades. La Red Solidaria fue
creciendo hasta convertirse en una referencia nacional admirada
internacionalmente. Fue consiguiendo de todo. Sangre, ladrillos, comida,
computadoras, pañales, calefones, tapitas, semillas, abrazos, sillas de
rueda, trabajos, ciudadanía, polenta y esperanza. No alcanzaría una
vida para contar todo lo que la Red Solidaria construyó. Y la figura de
Juan se hizo icono. Edificó su propia credibilidad. Se hizo garantía de
transparencia. En esta Argentina cruzada por la crispación y el agravio
Juan da un ejemplo de convivencia. Hace 15 años, en una de estas
columnas dije que Juan Carr era un héroe civil y un prócer de la
historia cotidiana. Y se da tiempo para todo. Para dar clases en el
colegio secundario, para juntar distintas religiones, para capacitar
líderes sociales y para gambetear en un picado con los amigos que suele
terminar con algún vinito compartido, como corresponde. Guarda con
unción una carta que la Madre Teresa de Calcuta le mandó para
felicitarlo por su obra. Siempre reparte sonrisas con su frase de
cabecera: “Que siga la fiesta” y parece que no descansa nunca. Es un
partero de nuevas dignidades. Cada día hay mas voluntarios en la
Argentina. Pero hay alguien que levanta la bandera bien alto: Juan Carr,
el abanderado. Por eso yo me sumo. Para tratar de multiplicar las voces
y fortalecer su candidatura. Un premio Nóbel para Juan es un premio,
para todos los Juanes de esta tierra y de todas las tierras. Juan
Solidario de la Paz, un espejo donde mirarnos. Casi un santo.
Qué saludable es saber que de vez en cuando surgen seres humanos, tan humanos que siempre tienen en cuenta a su prójimo.
¡¡DIFUNDIR!!
¡¡DIFUNDIR!!
Colaboración: Mabel Luncarini
Hola hermosa amiga...marco mi presencia dejandote mis mas sinceros votos de felicidad y agradecimientos.Felicidad para que seas siempre feliz y agradecimientos por tu "obra" transmitiendonos siempre y con dulzura una fantastica coleccion de hechos y relatos de valor inestimable para enrriquecer nuestra cultura y saber. carinos mil amiga♥
ResponderEliminarme hospede en tu blog por varios minutos...adorei el ballet griego,la nina mejicana cantando ey pese a su deficiencia visual estubo maravillosa
ResponderEliminarAnónimo, me alegro mucho de que te hayan gustado algunas de mis publicaciones y que las hayas disfrutado.
ResponderEliminarTe espero aquí siempre que quieras pasar un rato agradable.
Muchas gracias por tu visita!
Saludos.
Anónimo, muchas gracias por tus hermosos deseos de felicidad y por tu agradecimiento por mis publicaciones en este sitio. Qué pena no saber quién eres!! sin duda y a deducir por tus palabras, alguien que me aprecia sinceramente, por lo que la agradecida soy yo.
ResponderEliminarCariños para ti!!